jueves, 29 de diciembre de 2011

(Des) balance de último minuto


Descubro
que me volví
una troglodita de almendras.
Duermo la siesta
a deshoras.
Cruzo la calle
por la mitad de la cuadra,
en inútil desobediencia.
Vuelvo de la peluquería
agarro la tijera
y corto
más de un lado que del otro
sin mucha atención
ni sentido de la estética.
(Qué difícil que es
cortarse el pelo
en espejo.
Tan fácil que parecía
hace un rato
hecho por profesionales.)
Creo que va a llover
y salgo sin paraguas.
Odio con fervor
las bocinas de los autos
(y a los que las tocan).
Quiero sentarme
un rato a leer
y se quema la lamparita
(de esas que no se queman nunca
supuestamente)
y se me nubla la vista
y mi mente vaga
y pienso demasiado
en que no,
que no es el calendario
el que acomoda
ni desacomoda
las cosas.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Silencio

Ni siquiera
son las respuestas.
Las que me faltan
son las palabras
para formular
las preguntas.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Trasnoche

Desde mi ventana
veo
solo otra ventana
con la luz encendida
que se recorta
en la oscuridad
falsa
de la ciudad.
Luna rectangular.

¿Seré yo
la mujer en la luna
para alguien
también
de trasnoche?

martes, 27 de septiembre de 2011

Ordenar


Ordenar.
El placard la biblioteca los papeles los lápices de colores los sentimientos los aritos las hebillas las emociones los juguetes las macetas los muebles la cabeza la vajilla.
Ordenar afuera para ordenar adentro.
Ordenar hasta el borde de la locura el borde de la cordura.
Ordenar hasta el hartazgo hasta la madrugada hasta el desorden.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Dos imágenes

Hace casi dos meses murió mi abuela.
Unos días después de su cumpleaños volvió a empeorar y ya no se recuperó.
No pude escribir antes sobre esto y sigo sin encontrar demasiado qué decir, pero hoy la extraño especialmente, así que no quería dejar pasar la ocasión de hablar de ella una vez más.
Yo sé que es el orden de la vida, y que vivió largo y muy bien y alegre, pero -egoístamente, tal vez- me pone triste igual y siento un agujero enorme. También, claro, me pone contenta haberla conocido así, haber compartido un tercio de su vida, haberme divertido tanto con ella.
Fue mi abuela de grande. Cuando yo era chica, ella trabajaba, y con mi hermano pasábamos mucho más tiempo con mi abuela materna, que falleció hace ya ¿veinte años? Algo así. Mucho. Y nunca conocí a mis abuelos. Entonces esta era mi abuela de grande. Con la ventaja extra en los últimos años de ser vecina, además.
No tengo más que recuerdos felices y sin embargo hoy me cuesta encontrar palabras alegres.
Entonces, me quedo con dos imágenes. Sus manos trabajando en mi balcón y su sonrisa un 17 de agosto de hace unos años.




     

domingo, 19 de junio de 2011

Versos de autosuperación

Pienso
en la vida que querés
y en la vida que llevás
y cómo
el conjunto de intersección
está más bien gordito
y qué bueno.
Pero igual parece
que es útil y saludable
que sigan siendo dos conjuntos.

Me hablo a mí misma
en segunda persona.
Eso está en el conjunto de la vida que llevo
nomás.

miércoles, 8 de junio de 2011

Los bancos de piedra

Hoy mi abuela cumple 97 años.
Hace unos meses tuvo un acv que, lamentablemente, le hizo perder la movilidad del lado izquierdo del cuerpo y buena parte del habla, entre otras cosas. Está viviendo ahora en una residencia geriátrica, pues necesita atención constante.
Podría seguir acá enumerando las cosas que mi abuelita ya no puede hacer. Pero sé que no es como le gusta pensar las cosas.
Me llegó hace un rato un link con un video que un amigo virtual de este blog le hace de regalo de cumpleaños. Está inspirado en el poema de nochevieja y muestra los bancos de piedra de Combarro. Un pueblo lleno de bancos para que los vecinos se sienten a descansar, a conversar, a leer o a pasar el rato me hace pensar en un lugar delicioso.
Mi abuela pasa el día sentada ahora. Tal vez imagina la brisa marina y los sonidos del pueblo, como si estuviera en un banco de piedra de Combarro. Tal vez no. Pero elijo pensar hoy en lo que sí puede hacer.

Gracias a O pé da porta por el hermoso regalo.

sábado, 1 de enero de 2011

Nochevieja

Nochevieja.
Con mi papá y mi abuela
vemos fotos de Combarro
en internet.
Combarro es donde nació y creció mi abuela.
Y nunca volvió desde los veintidós
más o menos.
Pero ahora hay fotos
de otra gente
que viaja o anda por ahí
y las comparte.

Mi abuela mira y mira
tratando de reconocer.
Dice con seguridad:
"eso no es, no hay escaleras".
Y sabemos los tres
que en setenta y cuatro años
quizás
alguien puso escaleras.
Pero no decimos nada.

Unas fotos de la iglesia de San Roque:
"Ahí, ahí", dice. "Esa de al lado es la casa de mi madre
donde vivíamos.
Si me habré pasado tardes sentada
en esos bancos de piedra."
Papá y yo evitamos mirarnos,
-aunque de reojo veo que él la mira,
fugaz-
y miramos fijo la pantalla
a través del tiempo.

La magia del recuerdo:
hay fotos del interior de la iglesia.
"Esa es la virgen de los dolores.
Tiene mi pelo."
"¿Cómo tu pelo?"
"Sí. Peregrina hizo la ropa
y le puso mi pelo en la cabeza."

La magia de la lengua:
Mi papá bromea y pregunta
sin parar
"¿Quién vivía en esa casa?
¿De quién era ese balcón?
¿Conocés esa placita?
¿De quién es ese perro?"
Mi abuela sonríe y responde natural:
"De su dueño".

Pienso que me gustaría ir a Combarro
a la iglesia de San Roque
a ver el pelo de mi abuela
cuando era chica.
Decido creer que nunca lo cambiaron,
como esa foto de las escaleras.