En la trasnoche
solo se escucha
la música que hacen
nuestros propios
ligeros
livianos
sonidos
en medio de la ciudad silenciosa,
el torpe ritmo de las teclas,
o el lápiz sobre el papel,
o la taza cuando se apoya en la mesita,
o las hojas que se pasan con una caricia,
salvo por alguna sirena
o un perro que ladra a lo lejos,
por supuesto.
Lo más importante
para trasnochar
-para atravesar a nado lo profundo de la noche-
-para transitar por la cornisa oscura del día-
es mantener los ojos bien abiertos
bien abiertos
y no dejarse engañar por penumbras
o por las cosas que se esconden en los rincones
durante la madrugada.
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