domingo, 13 de septiembre de 2009

Caperucita

El otro día salía, como casi todos los días, apurada a la mañana temprano, con un ratito para pasar por lo de mi abuela.
Una vecina ya estaba en el pasillo.
—¿Te espero?
—Sí, gracias.
Me apuro para alcanzarla y una vez en el ascensor me dice:
—Creí que ibas a tirar la basura.
—Ah, ¿esto? No. Es una bolsa con pan y facturas que le llevo a mi abuelita.
Y ahí me sonó todo muy parecido al cuento. Hacía frío y, como si fuera poco, yo estaba con mi capita de polar con capucha. Decí que es violeta, y no roja. Pero casi. ¿A qué bosque me enfrentaría hoy?
El camino no fue fácil de atravesar. No hubo lobos, pero sí varias pruebas.
En la primera esquina casi me atropella un camión. Es que a esa hora el sol viene de frente y no se ve bien. Corrí y llegué intacta a la otra vereda. Una vez ahí tuve que sortear varios tesoros de perros, y en mi concentración por hacerlo, fui a dar a una baldosa floja que salpicó efusivamente para todos lados. Incluidos mis propios pantalones y los de un señor que tuvo la tremenda suerte de pasar por ahí. Pedí disculpas con una sonrisa y maldije en mi interior a las vecinas que baldean tan temprano.
Por suerte es cerca lo de mi abue. Subí temiendo que el ascensor se quedara por la mitad o algo así, para un día que empezaba brillante. Pero nada más pasó. Adentro estaba mi abuela, y sus manos eran del tamaño normal, lo mismo sus orejas y sus dientes. Me fijé bien, no vayan a creer.
Al verme entrar me saludó con un:
—¡Hola, Caperucita!

Al otro día, me puse un saco.

1 comentario:

Yoly dijo...

Para una contadora de historias "enamorada" de caperucita (en todas sus versiones y modalidades), esta postal me encanto!!.....La voy a compartir con las maestras que acuden a mi taller.

Saludos desde Hermosilo, Sonora, Mexico

Yolanda Noriega
-Voz de Papel-