viernes, 30 de marzo de 2007

Servicio

¿No serían tan amables los señores que pintan stencil en la calle, de pintar en las veredas e indicar cuáles son las baldosas flojas en esta hermosa ciudad?
No me digan que no sería un buen servicio a la comunidad de su parte.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Comunicación familiar

La abuela estuvo el otro día arreglando las plantas de mi balcón cuando yo no estaba en casa. La vi al día siguiente y me preguntó, con su cara de pícara:
-¿Encontraste todo bien?
-Sí, abue, gracias.
-¿Y el gato no te dijo nada?

sábado, 24 de marzo de 2007

Morning Glory

Algunos días viene mi abuela a la mañana temprano a prepararme mate mientras me baño, me visto y me preparo para salir corriendo a la oficina. (Sí, es un amor la abuela.) Viene, como decía, a veces, cuando combinamos previamente, o cuando yo la llamo en cuanto suena mi despertador. (Las ventajas de vivir a dos cuadras y de que la abuela se despierte bien temprano.) Otras veces voy yo a desayunar a su casa, pero últimamente, y como en general siempre se me hace tarde y paso sólo diez minutos, y mientras el clima está bueno, viene ella, y de paso, poda las plantas que hay que podar, cambia algunas de lugar o de maceta y riega, saca la basura, se queja del gato y otras cuestiones así de hogareñas.
El viernes, ayer, la llamé a las siete y veinte, todavía desde la cama. Cuando llegó, yo ya me había duchado, le abro la puerta y la veo, no sé, como más viejita. (Tiene 92, y es muy muy coqueta.) La saludo y, como casi siempre, entra riéndose.
-Me olvidé los dientes.
-Ah, era eso -le digo-, parecés una vieja.
Se ríe más y me cuenta que lo notó una vez que ya estaba en la calle, y le dio fiaca volver a buscarlos.
-Total para el mate no los necesito, así que hoy no traje medialunas.

lunes, 19 de marzo de 2007

Mensajes

Hay un puesto de flores a dos cuadras de mi casa que hace tiempo que no abre. Es de esos kioskitos hexagonales, pequeño, pintado de verde y con persianas blancas en cada cara.
Hace poco descubrí que en una de sus caras, la que veo por la mañana cuando camino hasta el subte para ir a trabajar, hay una pintada en violeta. No tiene nada de alarmante una pintada, la ciudad está llena, mi barrio, por supuesto, no es una excepción.
Pero esta... es en aerosol violeta. Hay otras de la misma mano (o del mismo aerosol) media cuadra antes, y a la vuelta también. Unos dibujos de caras, perfiles, no recuerdo bien ahora. La que sí tengo presente es esa de la persiana del puesto de flores cerrado. Y es que dice mi nombre. Y lo dice con la misma letra con que yo lo escribo.
Una de dos, o tengo una doble vida que desconozco, en la que salgo a pintar paredes con aerosol violeta. O el puesto de flores cerrado que queda a dos cuadras de mi casa y que veo todas las mañanas intenta decirme algo.

Ejercicio

Había estado de viaje unos días en la Vía Láctea, más exactamente en el planeta Tierra. Mi tatarabuela, que habita a dos clones de mi vivienda, había quedado encargada de mantener en orden mi colección de plantas exóticas. Ya sé que existen los regadores automáticos perfectamente programables, pero mis plantas son muy delicadas y prefiero la alimentación manual.
Cuando regresé, ella me recibió con un:
-¿No notás nada raro? -Miré para todos lados, pero los muebles flotantes se encontraban en el sitio habitual y las pantallas de información conectadas y funcionando correctamente, sólo mi equipaje aún estaba siendo procesado en el medio de la habitación.
-¡Mis antenas! -dijo riéndose. Y era cierto, en lugar de tener las cinco antenas brillando rosadas como siempre, lucían de un apagado color azul.
-Fue tu cuasitataratío, él dice que usó las baterías habituales, pero para mí que se equivocó.
Nos reímos un rato, y mientras bebíamos una infusión rejuvenecedora le conté lo que había visto en el viejo planeta y le mostré algunos recuerdos que me había traído. Entre otras cosas, un sombrero. Parece que es un artefacto que se ponían los antiguos terráqueos en la cabeza para abrigarse y protegerse.
Cuando salí un momento y volví, ella estaba con esa cosa puesta, riéndose otra vez.
-Así tendría que recibir a tu cuasitataratío, para que se dé cuenta de lo que me hizo.
La invité a que se lo llevara y lo hiciera, pero me contestó:
-¡Cómo voy a salir con esto, van a pensar que soy una loca anticuada!

miércoles, 14 de marzo de 2007

Lo llevo puesto

Empacar para irse a cualquier viaje es una cosa terrible. Así sea un viaje de dos días o de tres meses, uno en general da vueltas, abre y cierra placares, revuelve cajones, y después no sabe cómo acomodar las cosas en el bolso. Siempre parece que te olvidás de algo y hay que andar rumiando por la casa con la mirada perdida, buscando inspiración.
Sólo me fui una semana y fue la primera vez que tenía que hacer una valija para un clima distinto al que estaba. Con treintaypico de grados acá, tenía que elegir ropa para el frío de 4000 metros de altura, que temporada de lluvias, que el viento andino y qué sé yo qué. Ante la duda, me llevé de todo, claro. Y como siempre pasa, no usé ni la mitad de lo que empaqué.
Empacar es una cosa terrible.
Ahora, ¿desempacar? ¡Aaaajjjj!

Colores de cabeza

Volví después de una (siemprebreve) semana de vacaciones. Mi abuela (92), que vive a dos cuadras, había quedado en venir a darle de comer al gato y regar las plantas. Lo hizo, claro. Y hoy pasó un ratito a visitarme. (Un ratito porque tenía muchas cosas que hacer: planchar, terminar unas empanadas que dejó a medio camino porque no tenía huevos, ver la novela y no sé cuántas cosas más me dijo.) En cuánto abrí la puerta me preguntó si no notaba nada raro. "Todo está bien", contesté yo. "Fijate" me dijo sin poder aguantar la risa. "¡Tu pelo! ¡te cambiaste el color de pelo!" (en vez del rubio ceniza habitual, tiene algo que vira al violeta casi, juro). Ahí me empezó a explicar: "No me hablés, fue tu tío (que vive con ella), para mí que se equivocó, él dice que compró el mismo que siempre, que debía venir mal, pero para mí que se equivocó". "Bueno, no es tan grave, abuela, crece rápido." Se reía. Tomamos unos mates y hablamos un poco de mi viaje, un poco de su vida y demases (me explicó cómo hacer yogurt, por ejemplo). Le mostré algunas fotos en la computadora, y algunas de las cosas que me traje: una pieza de cerámica, una carterita, un gorro de lana de muchos colores.
Al rato me fui a atender el teléfono a la pieza. Cuando vuelvo al living me la encuentro con el gorro puesto y me río. Ella se empieza a reír también: "Así voy a recibir hoy a tu tío, para que vea lo que me hizo".
Pero al final, se fue sin el gorro. "Hace mucho calor, si me ven por la calle con esto, van a decir 'que vieja loca', que si no, me lo llevaba."
Y nos saludamos a las risas.